I
En las primeras
tres temporadas me enamoré de Don Draper. Me fascinaba ver cuando cruzaba el
brazo por la cintura de su amante, la apretaba contra su cuerpo y le daba un
beso mientras ella se dejaba seducir por esos ojos claros, de niño asustado que
sin embargo sabe lo que quiere, y sobre todo, que tiene una sexualidad
avasallante pero sutil.
Esas mujeres,
inevitablemente, terminaban heridas, porque Don siempre volvía a casa con
Betty, que lo esperaba fumando y con cara de culo. Siempre volvía con su mujer
perfecta, sus hijos perfectos, su casa perfecta, su habitación de country house
perfecta.
II
La anécdota que
todos cuentan cuando empiezan a ver Mad Men es la escena en la que Peggy o Joan
van a un ginecólogo que las atiende fumando, el cuadro se repite con varios
médicos a los largo de la serie. Lo que atrapa al principio es ver cómo en
cincuenta años la moral cotidiana cambió: está naturalizado que el cigarrillo
hace mal, que no se debe tomar alcohol en los lugares de trabajo, que las
mujeres tienen derecho a trabajar en puestos tradicionalmente masculinos, que
los negros pueden ser presidentes.
A mi me gusta
esa relación con el pasado que establece Mad Men, porque me remite, con su
perspectiva, al presente. Su componente histórico –además- está ahí siempre: la
muerte de Marilyn Monroe, el asesinato de Kennedy, las protestas de negros en
el sur, el recital de los Beatles, la guerra de Vietnam, son escenas que van
apareciendo para demostrar que la historia se mezcla con la vida de las
personas.
Mad Men lo tiene
todo, porque además de esa ambientación de principios de los sesentas
increíblemente lograda, de la meticulosidad en la cuestión histórica (los
hechos, pero también los cambios de vestuarios, de decoraciones, de peinados),
además de la superproducción en la forma estética de la serie, de su
combinación de personajes hermosos y personajes grotescos, Mad Men transmite
algunos pequeños dramas humanos que se repiten más allá del tiempo.
III
Podría elegir
miles de escenas significativas para describir cómo Mad Men logra transmitir
esos pequeños dramas. Pero hay dos que ahora recuerdo y que me gustan
particularmente, porque están armadas – y eso es algo que también está en la
forma en que se construyen sus diálogos- con más gestualidad que con expresión,
quiero decir: se basan en gestos, no en la explicitación de lo que significan o
deberían significar.
La primera es
una escena en la que Betty está hablando por teléfono en el escritorio de Don.
Al colgar, prueba con desesperación abrir el cajoncito que su marido tiene bajo
llave y al que ella nunca accedió. Prueba una vez, lo sacude sin poder abrirlo,
se resigna y se va. Es una escena aislada, recién unos capítulos más tarde va a
encontrar, accidentalmente, la llave del cajón. En esa escena está condensada
esa idea de todos los secretos que Don le guarda, no sólo sobre su pasado (las
fotos de Dick Whitman, su nombre de nacimiento), sino que Don le guarda otros
secretos. La engaña constantemente, le tiene que decir que se queda a dormir en
Manhattan por trabajo, que se accidentó en un auto porque estaba borracho y
solo (no con una de sus partenaires).
Y Betty, en el fondo, sabe que no es verdad, sólo que le falta la confirmación
de su sospecha: abrir el cajón. Sin la confirmación todavía queda la duda sobre
la verdad, es la duda que le permite sobrevivir a ese matrimonio durante 9 años.
El divorcio sobreviene casi inmediatamente después de que Betty encuentra la
llave.
La otra escena
es una en que Peggy invita a dormir a su casa a la secretaria negra que
contratan en la quinta temporada. Cuando se va a dormir, borracha, saluda a la
negra y se queda mirando su cartera que olvidó sobre la mesita ratona, en la
que hay 400 dólares que le dio Sterling a cambio de un acuerdo espurio. La
escena son sólo miradas, de Peggy a la cartera, de Peggy a la negra, de la
negra a Peggy. La negra entiende la sospecha hacia ella y Peggy siente culpa,
porque su moral es la moral del futuro, pero todavía lucha contra sus
prejuicios heredados. No hay diálogo en el cuadro, Peggy se va a dormir y al
otro día encuentra una cartita de agradecimiento. Que Peggy revise la cartera
para buscar su plata hubiera sido un recargo de información que la serie no
está dispuesta a pagar.
IV
Me desenamoré de
Don Draper en las últimas temporadas. Pienso en lo llamativa que es la relación
que establecemos con personajes ficticios cuando nos fanatizamos con una serie.
Muchos amigos sintieron mucha tristeza cuando murió Gandolfini, pero mucho más
tristeza sintieron por la imposibilidad de ver alguna otra vez vivo a Tony
Soprano.
Pienso también
que en toda relación que establecemos con las personas de carne y hueso hay
algo de ficción que nos permite enamorarnos, ilusionarnos, decepcionarnos, ese
intemporal drama humano.
Jamas vi un capítulo de 'hombre desquiciado'... pero me alcanzó la vida, para ver los efectos de la llave de Barba Azul; o las consecuencias de trocar el deseo motorizado por lo prohibido, por el abismo de desear lo prohibido. Es preferible llegar con la mente a los lugares desde los que el cuerpo no vuelve. Para cazar pathos, hay que hubicarse del lado correcto de la escopeta... Mis respetos, Sophia.
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